Doble
hélice de ADN
La forma de la doble hélice
está fuertemente asociada con el ADN. El ADN toma esta forma de manera natural
por dos razones: puede ser doble
para así poder reproducirse por sí misma, y la hélice es más fuerte que dos cadenas paralelas, ya que al
empujarse en cualquier dirección no sean desquebrajadas por ser dobles en ese
caso son muy resistentes y se forman por dos hélices.
Ya se tenía claro en 1910 que
la molécula de ADN estaba compuesta por cuatro bases (adenina, guanina,
citosina y timina) organizadas sobre una estructura de azúcar-fosfato. Levene
pensaba que la unión entre las bases se producía, no directamente, sino a
través de esta estructura de azúcar-fosfato. Su modelo hablaba de iguales cantidades
de las cuatro bases formando un tetranucleótido. Este modelo fue el
predominante hasta comienzos de los años 50 del siglo XX.
En los años 40 quedó
claramente establecido que el ADN era una macromolécula implicada en la
transferencia del material genético en las bacterias y sus virus. Estos datos
eran indiciarios de que el ADN podría ser más que un asistente. Pero no fue
hasta 1947 que Erwin Chargaff estableció que en el ADN las bases no están en
igual proporción sino que la cantidad de guanina es igual a la de citosina y la
de adenina a la de timina. El modelo de Levene quedaba desacreditado y era
necesaria una nueva estructura.
Hélice del ADN
El descubrimiento de una fórmula tan compleja como
la estructura del ADN no surgió de forma azarosa, es decir, Watson y Crick no
“inventaron” la doble hélice (puesto que siempre había existido), simplemente
fueron los primeros en definirla y mostrarla al mundo. “Se ha escrito tanto
sobre nuestro descubrimiento de la doble hélice que me es difícil añadir algo a
lo ya dicho” (Crick, 1989), hecho que resalta la gran expectación que creó este
hallazgo que ha sido calificado por varios científicos como “uno de los
descubrimientos más importantes de la historia”.
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